CAPITULO III
EL DERECHO A LA
LIBERTAD,1 SEGURIDAD E INTEGRIDAD PESONALES
A. Consideraciones Generales
1. Entre los derechos esenciales consagrados en la Convenci�n
Americana sobre Derechos Humanos los que se refieren a la libertad, seguridad e integridad
de la persona2 son aquellos sobre los que la CIDH ha
recibido un mayor n�mero de denuncias de alegadas violaciones.
2. El Art�culo 6 de la Constituci�n boliviana de 1967 establece que,
todo ser humano tiene personalidad y capacidad jur�dica, goza de los derechos, libertades
y garant�as reconocidos por la Carta, consagr�ndose como deber primordial del Estado
respetar y proteger la dignidad y la libertad de la persona las que son declaradas
inviolables.
Asimismo, el Art�culo 9 de la Carta Fundamental estipula que
"nadie puede ser detenido, arrestado ni puesto en prisi�n sino en virtud de orden
escrita de autoridad competente" y la "incomunicaci�n no podr� imponerse sino
en caso de notoria gravedad y de ning�n modo por m�s de veinticuatro horas".
3. Por otra parte, el Art�culo 112 del ordenamiento constitucional
precisa que "las garant�as" y los derechos que consagra esta Constituci�n no
quedar�n suspensos de hecho y en general con la sola declaratoria del Estado de sitio,
pero podr� serlo respecto de se�aladas personas fundadamente sindicadas de atentar
contra el orden p�blico. En tales casos la autoridad leg�tima podr�a expedir �rdenes
de comparencia o arresto seg�n el caso, contra los sindicados, pero deber� en el plazo
de 48 horas ponerlas a disposici�n del Juez competente.3
4. La detenci�n sin formulaci�n de cargos, sin proceso y sin derecho
a la defensa ser� legalmente prohibida en virtud tanto de las normas internacionales de
protecci�n de los derechos humanos como las de la Carta Pol�tica de Bolivia se�aladas
anteriormente, y su comisi�n, constituye clara violaci�n al derecho a la libertad y al
debido proceso legal.
5. En relaci�n con la seguridad e integridad personal, la
Constituci�n boliviana garantiza este derecho. En su Art�culo 12 prohibe toda especie de
tortura, coacciones, exacciones o cualquier forma de violencia f�sica o moral y en su
Art�culo 13 consagra que los atentados contra la seguridad personal hacen responsables a
sus autores inmediatos, sin que pueda servirles de excusa el haberlos cometido por orden
superior.
El C�digo penal en el T�tulo I, Cap�tulo I de los Delitos contra la
Libertad Individual, se�ala en su Art�culo 295:
Ser� sancionado con privaci�n de libertad de seis meses a dos a�os,
el funcionario que vejare, ordenare o permitiere vejar a su detenido. La pena ser� de
privaci�n de libertad de 2 a 4 a�os, si le infligiere cualquier especie de tormentos o
torturas. Si estas causaren lesiones, la pena ser� de privaci�n de libertad de dos a
seis a�os; y si causaren la muerte, se aplicar� la pena de presidio de diez a�os.
6. La Comisi�n ha considerado pertinente presentar conjuntamente el
an�lisis de los derechos se�alados en los numerales anteriores, puesto que de los
documentos y denuncias recibidas se desprende una vinculaci�n �ntima entre las
detenciones, los apremios ilegales ocasionados generalmente inmediatamente despu�s del
arresto en los interrogatorios a que han sido sometidas las personas, las liberaciones de
las v�ctimas, y su salida en la mayor�a de los casos forzada del pa�s o el
confinamiento en determinada zona territorial.
7. En los testimonios y denuncias se da tambi�n cuenta de robos,
saqueos y destrucciones de los domicilios durante los operativos de aprehensiones
adelantas generalmente por grupos paramilitares o fuerzas de seguridad vestidas de civil
que no presentaban la identificaci�n apropiada, ni la orden de las autoridades
competentes para su realizaci�n.
8. Como se se�ala en el cap�tulo referente al Derecho a la Vida, la
Comisi�n ha venido tramitando, de conformidad con su Reglamento, las denuncias
presentadas, transmitiendo al Gobierno boliviano las partes pertinentes y solicitando la
informaci�n correspondiente, con el fin de determinar la veracidad de los hechos
denunciados y conocer la actual situaci�n jur�dica de las personas presuntamente
detenidas. En la casi totalidad de los casos, el Gobierno de Bolivia no ha respondido
hasta la fecha tales solicitudes de informaci�n.
La Comisi�n Interamericana de Derechos Humanos deplora esta actitud
del Gobierno de Bolivia que constituye una flagrante violaci�n a las obligaciones
internacionales contraidas como Estado Miembro de la OEA y como Estado parte de la
Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos.
B. Detenci�n
Arbitraria y Apremios Ilegales
1. Seg�n informaciones recibidas desde el golpe de estado del 17 de
julio de 1980, miles de personas han sido detenidas sin el cumplimiento de los requisitos
constitucionales como la orden de autoridad competente y la formulaci�n de cargos. Las
expresiones oficiales sobre el n�mero de personas detenidas son contradictorias. Seg�n
el anterior Ministro del Interior, Coronel Luis Arce G�mez, este n�mero no ascendi� a
500 personas. Sin embargo, algunos d�as despu�s de esta revelaci�n, el Secretario del
Presidente, Coronel Mario Escobar, declar� a la prensa que existieron no m�s de 2,500
detenciones. Subsiguientemente a su visita a Bolivia en noviembre de 1980, Amnesty
International inform� que existieron entre 1,000 y 2,000 prisioneros de conciencia. Las
informaciones que posee la Comisi�n indican que la mayor�a de los detenidos han sido
liberados bajo la condici�n de salir del pa�s. De lo anterior ha resultado que cientos
de personas se vieron obligadas a tomar el camino del exilio voluntario y otras fueron
expulsadas o residenciadas y algunas a�n se encuentran privadas de su libertad.
2. En algunos casos se ha alegado la incomunicaci�n de las personas
detenidas. La Comisi�n ha establecido en informes anteriores que la incomunicaci�n
durante la detenci�n no se conforma con las garant�as constitucionales o las normas
vigentes en materia de derechos humanos. Esta situaci�n crea una atm�sfera conducente a
otras pr�cticas il�citas particularmente la tortura, porque si los funcionarios
encargados de los lugares de detenci�n no necesitan presentar al detenido en un breve
plazo, pueden con impunidad emplear medios brutales, ya sea con fines de interrogatorio o
de intimidaci�n.
3. La Comisi�n ha recibido informes, testimonio y declaraciones que
indican la pr�ctica de apremios ilegales y torturas en Bolivia, en contradicci�n con los
ordenamientos constitucionales y legales y en violaci�n flagrante de los derechos
humanos. Los apremios ilegales se han llevado a cabo especialmente en los interrogatorios
efectuados a los detenidos en los d�as que siguieron al golpe militar del 17 de julio de
1980, Se alega que las principales modalidades utilizadas son: golpizas a los prisioneros
estando vendados; descargas el�ctricas; intimidaciones al preso o a sus familiares;
simulacros de fusilamientos, quemadura con cigarrillos; presiones psicol�gicas y abusos
sexuales.
4. Estos atropellos, se se�ala, han ocurrido, entre otros lugares, en
dependencias de los Servicios de Inteligencia del Ej�rcito (Cuartel de Miraflores), en la
sede del Departamento de Orden Pol�tico (DOP) y en oficinas del Ministerio del Interior.
C. Denuncias
presentadas a la Comisi�n
A continuaci�n se mencionar�n algunas de las denuncias recibidas:
1. Caso 7459: Sacerdotes de la Orden Salesiana. El 23 de julio
de 1980 se denunci� la detenci�n de los Padres Alejandro Chiera, Pedro Chic� y Jos�
Luis Garc�a, sacerdotes cat�licos de la orden de los Salesianos, quienes fueron
apresados con posterioridad al golpe militar. Llevados al Regimiento Tarapac� fueron
brutalmente golpeados y pateados; posteriormente fueron conducidos al gran cuartel de
Miraflores donde los mantuvieron detenidos sin cargos ni procesos.
A pesar de las reiteradas solicitudes de informaci�n, el Gobierno no
ha respondido a las notas de la CIDH, la cual contin�a en consideraci�n de este caso.
2. Caso 7460: Sacerdotes de la Compa��a de Jes�s. El 23 de
julio de 1980, la Comisi�n recibi� una denuncia acerca de la detenci�n arbitraria de
los Sacerdotes de la Compa��a de Jes�s, vinculados con la Radio FIDES: Padres Arbenz,
Claudio Pou,4 Salvador S�nchez y Hermano Jos� Marco.
El Gobierno no ha informado a la Comisi�n sobre los fundamentos de la
detenci�n, los cargos en contra de los sacerdotes y su actual situaci�n legal. La CIDH
contin�a la consideraci�n de este caso.
3. Caso 7461: Hugo Tijerino. El 23 de julio se denunci� que el
Reverendo Hugo Tijerino y su esposa, Ministro de la Methodist Church y ex-Director de los
Servicios Sociales de la Iglesia Evang�lica fue detenido en La Paz, en el mes de julio de
1980. Se desconocen hasta la fecha los motivos de su detenci�n, si fue puesto a �rdenes
de las autoridades competentes y su actual situaci�n jur�dica.
El Gobierno de Bolivia no ha respondido a la Comisi�n, la cual
contin�a la consideraci�n del caso.
4. Caso 7458
Las siguientes personas fueron detenidas el 17 de julio de 1980 en la
sede de la Central Obrera de Bolivia (COB) en La Paz, donde fueron convocadas:
Guillermo Capobianco, uno de los tres l�deres del Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR).
Oscar Eid, uno de los l�deres del MIR. Segundo Secretario de
Organizaci�n para CONADE, representante de la Unidad Democr�tica Popular (UDP) a la
reuni�n.
Juan Lech�n Oquendo, Presidente de la COB y de CONADE.
Sim�n Reyes, Presidente del Partido Comunista Boliviano (PCB);
prominente l�der de los trabajadores de minas y Secretario para los asuntos
internacionales de la CONADE;
Oscar Sanjimes, Secretario General de COB, Presidente Alterno de
CONADE.
La Comisi�n en nota del 25 de
agosto de 1980 transmiti� al Gobierno las partes pertinentes de la denuncia y solicit�
la informaci�n pertinente. El 16 de diciembre del mismo a�o se reiter� el pedido de
informaci�n. Hasta la fecha el Gobierno boliviano no ha respondido.
La CIDH ha podido verificar que los dirigentes Juan Lech�n y Sim�n
Reyes fueron obligados a abandonar el pa�s en el mes de noviembre de 1980.
5. Caso 7470: Sacerdotes de la Orden Maryknoll
El d�a 8 de agosto se recibi� la siguiente denuncia:
Dos sacerdotes de la "Orden Maryknoll" fueron detenidos en
Riberalta el 5 de agosto de 1980, sus nombres son: Padre William Coy y Padre John
Moynihan, se desconoce los cargos en su contra y su actual situaci�n jur�dica.
La Comisi�n no ha recibido informaci�n del Gobierno, continuando la
consideraci�n del caso.
6. Caso 7472: Julio Tumiri
El 14 de agosto de 1980 se denuncia que el Padre Julio Tumiri Javier,
sacerdote de 69 a�os, Director del Fomento Cooperativo y Presidente Nacional de la
Asamblea Permanente de Derechos Humanos quien goza de gran prestigio y general estimaci�n
en todo el pa�s por su tesonera y eficiente labor en el �rea de cooperativismo, as�
como por sus reconocidas cualidades humanas y sacerdotales, fue tomado prisionero el d�a
29 de julio por agentes civiles armados de metralletas. Despu�s de identificarse, fue
conducido a la Secci�n II del Estado Mayor del Ej�rcito. Juntamente con �l fue detenido
un religioso que trabaj� en el altiplano y que hab�a legado a la oficina del Padre
Tumiri para adquirir algunos folletos sobre la organizaci�n de las cooperativas.
El 15 de agosto de 1980, la CIDH se dirigi� al Gobierno boliviano
comunicando la denuncia. Posteriormente, mediante nota del 16 de diciembre de 1980,
reiter� el pedido de informaci�n. Hasta la fecha no se ha recibido ninguna respuesta.
De acuerdo con informaciones que la Comisi�n ha podido obtener durante
la detenci�n arbitraria el Padre Tumiri, fue objeto de maltratos, intimidaciones y
amenazas. Luego de m�s de tres meses de arresto, el Padre Tumiri fue trasladado a un
monasterio cerca de Cochabamba en donde se encuentra confinado.
La Comisi�n desea se�alar que en este caso no solamente por la edad
avanzada del Padre Tumiri sino tambi�n por su estado de salud aparentemente deteriorado,
el Gobierno de Bolivia por razones meramente humanitarias est� en la obligaci�n de
dispensarle toda la asistencia m�dica requerida y definir con celeridad su situaci�n
legal.
7. Caso 7473: Floriano Unzueta
La Comisi�n recibi� el 14 de agosto de 1980, la siguiente denuncia:
Se denuncia la detenci�n arbitraria y tortura del se�or Floriano
Unzueta, abogado de Cochabamba y Presidente Nacional de la Organizaci�n "Junta
Vecinal". Fue detenido el 18 de julio; le rompieron el brazo y le sacaron las u�as.
El 19 de agosto de 1980, se transmitieron al Gobierno de Bolivia las
partes pertinentes de la denuncia, solicitando informaci�n sobre los hechos alegados. En
nota del 16 de diciembre del mismo a�o la CIDH reiter� el pedido. Hasta la fecha no ha
recibido ning�n informe, continuando la consideraci�n del caso.
8. Caso 7474: Germ�n Crespo
La Comisi�n recibi� el 14 de agosto de 1980, la siguiente denuncia:
Se denuncia la detenci�n arbitraria y maltratos a la persona de
Germ�n Crespo, preso en la ciudad de La Paz a quien se le ha quitado toda su ropa, menos
la interior. El se�or Crespo es Ministro Metodista y trabajaba en favor de los derechos
humanos.
La Comisi�n no ha recibido ninguna respuesta a los pedidos de
informaci�n continuando la consideraci�n del caso.
9. Caso 7477: Oscar Pe�a Franco y Fernando Salazar
El 23 de julio se recibi� una denuncia acerca de la detenci�n de los
Secretarios de Prensa y de Integraci�n del gabinete de la Presidenta Lidia Gueiler, Oscar
Pe�a Franco y Fernando Salazar Paredes quienes fueron arrestados el 17 de julio de 1980
junto con 24 periodistas y detenidos en dependencias del Estado Mayor del Ej�rcito
ubicado en el residencial barrio de Miraflores.
A pesar de que el Gobierno boliviano no respondi� a los pedidos de
informaci�n, la CIDH ha recibido informes que indican que el se�or Pe�a fue liberado y
el se�or Salazar abandon� Bolivia viajando a la Rep�blica de Argentina.
10. Caso 7483: Mortimer Arias
El 28 de agosto de 1981, la Comisi�n recibi� la siguiente denuncia:
El 26 de agosto de 1980, el Reverendo Mortimer Arias, Secretario
General del Consejo de las Iglesias Metodistas Evang�licas en la Am�rica Latina fue
arbitrariamente arrestado en su cosa en Cochabamba por un grupo de personas armadas
vestidas de civil, despu�s de regresar de una misi�n en Brasil donde visit� a las
iglesias metodistas durante cuatro semanas. Est� encarcelado en el cuartel de las Fuerzas
Armadas en Cochabamba.
El Gobierno de Bolivia no ha respondido a la Comisi�n, la cual
contin�a la consideraci�n reglamentaria del caso.
11. Caso 7530: Guillermina Soria
El 30 de octubre de 1980, la Comisi�n recibi� la siguiente denuncia:
La Sra. Guillermina Soria, Directora del Centro al Servicio de la
Integraci�n Social de la Paz, fue detenida por un grupo de paramilitares del Servicio de
Inteligencia del Estado, el d�a 22 de septiembre de 1980. fue interrogada en el
Ministerio del Interior y luego en el Cuartel de Miraflores. A comienzos de octubre se
encontraba incomunicada en la sede del DOP en la Plaza Murillo. Fue torturada hasta
necesitar de la atenci�n de un neur�logo, y de tiempo en tiempo vuelven a interrogarla
en el Ministerio del Interior. Se ha dicho que se le enviar� a una prisi�n en Viacha o
posiblemente exiliada al Per� o al Paraguay. En este pa�s su vida podr�a estar en
peligro.
Por su car�cter urgente la CIDH mediante cablegrama se dirigi� al
Gobierno solicit�ndole le suministrase la informaci�n pertinente. Hasta la fecha y pese
a la reiteraci�n de la solicitud, la Comisi�n no ha recibido respuesta, continuando su
consideraci�n.
12. Caso 7740: Gregorio Andrade
En el mes de enero de 1981, la CIDH recibi� la siguiente denuncia:
El se�or Gregorio Andrade, miembro del MIR, l�der campesino y miembro
de la Federaci�n de Colonizadores, fue detenido el 15 de enero de 1981, temi�ndose por
su vida e integridad. El Sr. Andrade fue detenido en el Parque Uruguay a las 14 horas.
En las elecciones celebradas en junio de 1980, fue elegido diputado por
la ciudad de La Paz. Se desconocen las causas y alegaciones en su contra.
La Comisi�n ha recibido confusos informes sobre este caso. Mientras
algunos se�alan que el se�or Andrade fue detenido y se encuentra en dependencias
oficiales, otros documentos indican que efectivamente estaba arrestado, pero no se
conoc�a su paradero. Ante la negativa del Gobierno a suministrar informaci�n, la CIDH no
ha podido efectivamente determinar los hechos en torno a la detenci�n del Sr. Andrade,
pero ha podido verificar que en el mes de marzo abandon� el pa�s, viajando a Suecia.
13. Caso 7738: Gloria Ardaya
La Comisi�n recibi� la siguiente denuncia:
Gloria Ardaya, de 35 a�os de edad, profesora de Sociolog�a en la
Universidad de San Andr�s, diputada, miembro del MIR, fue detenida por fuerzas conjuntas
de seguridad el d�a 15 de enero de 1981 mientras participaba en una reuni�n del MIR. En
esos mismos actos murieron 9 personas y se presume que Gloria Ardaya se encuentre
gravemente herida, sin conocer el lugar de su detenci�n ni las condiciones en que se
encuentra temi�ndose por su vida.
La Comisi�n ha recibido informaciones en las cuales se indica que
Gloria Ardaya abandon� el pa�s. La CIDH a�n no conoce los cargos que motivaron su
detenci�n, ni las circunstancias de su salida del pa�s.
14. Caso 7469: Cayetano Llobet Tabolara
El 12 de agosto de 1980, se recibi� la siguiente denuncia:
Se denuncia la detenci�n arbitraria y la tortura el |7 de julio del
Profesor Cayetano Llobet Tabolara. Se encuentra a las �rdenes de la divisi�n de Orden
Pol�tico sin cargos en su contra.
La Comisi�n solicit� los informes correspondientes sin haber recibido
hasta la fecha la informaci�n del caso. Sin embargo, la CIDH ha sido notificada de que el
se�or Llobet fue liberado el 2 de noviembre de 1980 y abandon� el pa�s.
D. Algunos
testimonios de Personas Liberadas
La Comisi�n ha cre�do importante incluir esta secci�n en la cual
algunos de los religiosos detenidos, que en ciertos casos han sido objeto de apremios
ilegales, dan cuenta desde su exilio forzoso de las situaciones vividas. La CIDH presenta
las partes m�s relevantes de los testimonios recibidos.
1. Testimonio del Padre Juan Envis, S. J.
El jueves 17 de julio de 1980, a la una y media del mediod�a, estando
a una cuadra del Colegio San Calixto, se encontr� con el Padre Javier Corda que con
abierto nerviosismo me dijo que lo acompa�ara al Arzobispado. Por el camino me cont� que
en aquellos momentos los paramilitares violentamente irrumpieron en el Colegio San Calixto
y despu�s de destrozar los aparatos de radio Fides secuestraron "a varios de los
presentes".
Lamentablemente no encontramos al Se�or Arzobispo en su casa, pero nos
facilitaron poder comunicarnos por tel�fono con el Sr. Nuncio Apost�lico y con el
embajador de Espa�a.
En esos momentos llegaron el P. Blajot, Provincial de los Jesuitas en
Bolivia, acompa�ado de los Padres Jorge Tr�as y Javier Velasco, con la misma intenci�n
que hab�amos llegado nosotros momentos antes.
Le suger� al Padre Provincial que vali�ndonos de la credencial que
ten�amos de Derecho Humanos precisamente para visitar a todos los
presospodr�a hacer lo posible para ubicar donde se encontraban los jesuitas
detenidos.
i) Ubicaci�n de los detenidos
Acompa�ado por el Padre Jorge Tr�as nos dirigimos al DIN,
--Direcci�n e Investigaci�n Nacionalnos dijeron que los detenidos se encontraban
en el Ministerio del Interior. En ese Ministerio nos aseguraron que no estaban detenidos
all�; y que con seguridad los hab�an llevado al Cuartel General de Miraflores. Mi
compa�ero no crey� conveniente que fuera �l a ese cuartel porque no era mirada con
simpat�a la obra que llevaba de promoci�n humana y tem�a que le pudiera ocurrir algo.
No vi conveniente que fuera yo s�lo y con cierto temor me dirig� al Gran Cuartel de
Mirafloes.
ii) Detenci�n
Cuando pregunt� sobre mis compa�eros detenidos me negaron
rotundamente que hubiera ning�n detenido. Sin embargo, cuando dije que antes de ir all�
hab�a ido al DIC y de all� me hicieron ir al Ministerio del Interior donde me aseguraron
que estaban en el Cuartel de Miraflores, entonces, me hicieron pasar dentro donde esper�
un rato en el p�rtico rodeado de veteranos soldados armados con metralletas.
Cuando llevaba unos quince minutos esperando, un civil, armado de un
rifle autom�tico, me llamaba burlonamente desde unos quince a veinte metros de distancia.
Con fuertes y constantes insultos me dijo que estaba detenido y que me preparase porque me
iban a sacar todo lo que sab�a. Recorriendo el largo patio de unos cien metros, era yo el
escarnio y la burla de todos los militares que me cruzaban en el camino. La causa de
tantas burlas y amenazas era por ser sacerdote de Derechos Humanos.
iii) Primer interrogatorio
Me hicieron pasar a la planta baja de un edificio de dos pisos. El
espect�culo era impresionante: unos treinta hombres, de todas las edades, se encontraban
de pie, con la cara a la pared y las manos cruzadas sobre la nuca. No pod�a identificar a
nadie porque no me permit�an mirar. En el piso hab�an manchas de sangre. De repente me
encontr� de frente con un joven de unos veinte a�os, llorando y con el rostro hecho una
l�stima por los golpes. Al verme su mirada suplicante se clav� en mis ojos. Dos hombres,
con cara de torturadores lo llevaban fuertemente agarrado por los brazos y le ordenaron
bajar inmediatamente la cabeza.
Me hicieron entrar a una oficina donde los civiles me formulaban
insistentes preguntas sobre la Asamblea de Derechos Humanos. Todas las preguntas iban
acompa�adas de afirmaciones calumniosas sobre Derechos Humanos. De su labor y de las
ideas que la conformaban a todas las respuestas me sal�an con "no mientas, cura
comunista" y con una sarta de insultos que no se pueden escribir.
Despu�s de media hora de interrogatorios y de quitarme el carnet de
identidad y la credencial de derechos humanos, llegaron cuatro civiles con cara de
verdugos. Tuve miedo que empezaran a golpearme, pero sin tocarme me ordenaron que les
acompa�ase a un nuevo interrogatorio.
iv) Tortura
En silencio recorr� otro gran patio, y de pronto me encontr� ante
una puerta abierta de un peque�o galp�n sucio. En la puerta hab�a 3 hombres
enmascarados que brutalmente me ordenaron entrar. Me encontraba en la caballeriza. En cada
uno de los apartamentos para los caballos estaban hacinadas las v�ctimas como si
estuvieran muertas, todos. Todos tumbados sobre el esti�rcol, boca abajo con el cuerpo
estirado y las manos cruzadas sobre la nuca. Se les obligaba as� a tener la boca
sumergida en el esti�rcol. En el primer apartamento estaban las mujeres y en los
restantes hombres de todas las edades. Aunque me exigieron no mirar yo buscaba identificar
a mis compa�eros. Me pareci� verlos, pero no pude fijarme mucho porque me amenazaban
para que no mirase. Me qued� con la duda de s� estaban all�.
Me ordenaron detenerme, sacarme los zapatos y las gafas para echarme
igual que los dem�s, sobre el esti�rcol, s�lo que a m�, por no haber lugar en el
mont�n grande me colocaron en la parte baja, donde hab�a menos esti�rcol, casi en
contacto directo con el piso fr�o de un cemento. Durante 16 horas tuve que estar en esa
posici�n, sin moverme en lo m�s m�nimo si no quer�a recibir patadas o culetazos de los
guardias.
Una de las torturas, en esas horas, era la psicol�gica. Constantemente
ordenaban mantener las manos en la nuca y no moverse nada. De vez en cuando pasaba uno que
parec�a ser un oficial, increp�ndonos a que fu�ramos obedientes a avisos que
continuamente nos daban. Al mismo tiempo ordenaban maltratarnos y a�n matarnos si no
obedec�amos.
A medida que pasaban las horas, el dolor en los brazos, la espalda y la
nuca apenas se pod�a aguantar y casi sin poder evitarlo, nos mov�amos para recibir de
inmediato un duro puntapi�, me sent� afortunado, comparado con otros compa�eros de
tortura, los cuales se paseaban los paramilitares hundi�ndonos los tacos de sus botas en
las espaldas. Cuando el dolor agudo les hac�a quejarse eran golpeados m�s fuertemente.
Otras veces les orinaban sobre sus cuerpos magullados, en medio de burlas y risotadas.
Al anochecer uno de los torturados pidi� permiso para ir a orinar, la
respuesta fue causa de insultos y la orden de orinarse en el pantal�n. Muchos lo hicieron
as�. Los orines del grupo que estaba junto a m�, por estar en un lugar un poco m�s
elevado fueron descendiendo hasta formar un charco precisamente en el lugar donde yo me
encontraba. Pronto me sent� totalmente empapado, hasta mi misma boca.
Por estar una de las ventanas abiertas y estar una de ellas al frente,
a medida que iba acerc�ndose la noche, la temperatura iba descendiendo llegado a bajo
cero en esta �poca del a�o. Este fue otro de los tormentos en esta triste noche. Llevaba
yo ropa liviana cuando me detuvieron y ahora estaba empapado de orines, increment�ndose
as� terriblemente el fr�o. Durante largas horas fue el fri� el mayor tormento.
v) Cambio de Prisi�n
Por fin, a las 4:30 de la ma�ana nos dieron la orden de levantarnos y
que sali�ramos agachados casi de cuclillascon las manos en la nuca. Era una
postura humillante que nos imposibilitaba de identificar al que ten�amos a nuestro lado.
Me pareci�, por el color del pantal�n que ten�a a mi lado al hermano jesuita Jos�
Marcos. Despu�s de recorrer unos cien metros a oscuras y tropezando varias veces,
llegamos a unas ambulancias donde nos ordenaron echarnos en el coche estirados boca abajo.
Era tal nuestra postura humillante que me obligaron a echarme sobre una de las tres
personas que estaban en el piso del coche, estaba sobre el compa�ero jesuita y al lado
del hermano Jos� Marcos y a ninguno de los dos identifiqu� y de ning�n modo pod�a
intentarlo porque detr�s de m� hab�a dos paramilitares con metralletas.
Despu�s de un corto recorrido se detuvo nuestra ambulancia en una
calle conocida, est�bamos en el DOP nos hicieron bajar de cuclillas y en esta misma
postura entrar en una sala, donde nos ordenaron colocar de cara a la pared y con las manos
en la nuca. De ah� nos condujeron al P. Claudio Pou, al Hno. Jos� Marcos y a m�, a una
celda fr�a, sin ventanas y con una puerta de hierro con grandes aberturas que entraba
fr�o por todas partes. Sentimos una gran alegr�a de vernos juntos; nos dimos un fuerte
abrazo, al mismo tiempo que nos dimos la absoluci�n por lo que podr�a pasar.
Al atardecer de aquel d�a tuvimos el mejor regalo de nuestro
cautiverio: el Hno. S�nchez se nos un�a y con ello nos sentimos m�s animados y
tranquilos.
Los tres primeros d�as estuvimos descalzos, seguramente para que
sinti�ramos m�s el fr�o
El domingo empez� con mucho optimismo. Nos hicieron
salir a formar a todos los detenidos al patio y a medida que no llamaban por nuestros
nombres pod�amos ir a escoger nuestros zapatos que estaban mezclados en un mont�n. Por
primera vez nos dieron para desayuno. Al medio d�a nos dieron sopa y un segundo plato.
Por la tarde una taza de t� y por la noche otro plato. A ra�z de esta mejora de trato
empezamos abrigar esperanzas e salir pronto de nuestro cautiverio. Ser� el lunes. Este
d�a por la noche hubo cambio de Comisario, al parecer m�s r�gido que el anterior.
Cuando nos vino a visitar a la celda, lo hizo con cierta petulancia y autosuficiencia
"cristiana". Nos dijo: Ustedes son sacerdotes, yo tambi�n soy tanto o m�s
cristiano que ustedes. No me van a hacer problemas y sufran como sufri� Cristo.
Lleg� el martes y nos obligaron a salir los cuatro al patio.
Ingenuamente cre�mos que era para darnos la libertad. Nos trasladaron a otra celda algo
m�s c�moda, donde el piso era de mimbre y pod�amos contar con unos sillones viejos y
dos mesas. A los pocos d�as nos enteramos que ese lugar hab�a sido donde hab�an
torturado a otros detenidos para que declararan los que les conven�a a los militares.
La primera noche en nuestra celda fue de un horrible fr�o. Era
imposible dormir ni descansar. Era un constante sufrir de fr�o que penetraba hasta los
huesos.
A media ma�ana pedimos a nuestros guardianes que dese�bamos habla con
el Comisario. Le planteamos la necesidad que ten�amos de frazadas para evitar otra noche
de tormento y para conseguirlas le ped�amos su permiso para escribir una nota a nuestros
hermanos del Colegio San Calixto. Gracias a Dios recibimos ese d�a de nuestros hermanos
m�s de lo que ped�amos y a partir de ese d�a hasta que nos dejaron libres, termin�
nuestro tormento de fr�o.
vi) De nuevo al cuartel de Miraflores
El viernes primer de agosto se abre nuestra celda a media ma�ana y se
nos da la orden de recoger r�pidamente nuestras cosas. Pens�bamos que al fin hab�a
llegado la ansiada libertad. Nos hicieron formar en el patio de dos en dos y luego en una
fila de uno a uno. Despu�s de estar un rato as� se nos dice que de nuevo dejemos
nuestras cosas en la celda y que salgamos al patio. Nos dimos cuenta que ese era el fin de
nuestro cautiverio. en dos grupos nos hicieron salir a la calle para subir a dos
movilidades, esta vez rumbo al cuartel de Miraflores. De nuevo dudas e inseguridad sobre
nuestro futuro, aunque jam�s tuvimos miedo porque nuestra conciencia estaba tranquila.
Nos hicieron ir a todos a una sala de la Secci�n Segunda del
Ej�rcito, situada en la planta baja, de nuevo rodeados de mercenarios paramilitares.
Lleg� uno de ellos con la orden de que le siguieran los tres salesianos. Nos quedamos los
tres jesuitas y los pastores metodistas. Al poco rato llegaron dos militares, el de m�s
graduaci�n con amabilidad nos dijo que le sigui�ramos. Despu�s de cruzar un gran patio,
entramos en un nuevo pabell�n desconocido para nosotros hasta entonces. Estaba alfombrado
y amoblado con lujo. Siempre con amabilidad el Coronel de la Naval nos condujo a un sal�n
del primer piso. Lo que menos esper�bamos, nos encontramos all� con el Sr. Nuncio, Mons.
Mestre, nuestro Provincial el P. Plajot, acompa�ado de los Padres Fuster y Jos� Magrina.
Tambi�n estaban el Provincial de los Salesianos acompa�ado por dos padres m�s. Con
ellos se encontraban tambi�n el Director y Subdirector de toda aquella m�quina del
Servicio de Inteligencia Militar, los Coroneles Rico Toro y Fern�ndez.
Despu�s de saludarnos afectuosamente con nuestros compa�eros y la
jerarqu�a, se puede resumir as� lo que all� se trat�: Por una parte nuestros
superiores y Jerarqu�a ped�an la inmediata liberaci�n y nada de exilio para nadie,
mientras que los militares no s�lo cuestionaban ambas cosas, sino que enf�ticamente
dec�an que unos ser�an puestos en libertad, mientras que oros saldr�an al exilio y al
siguiente domingo iban a dar los nombres de quienes ir�an a otro lugar.
Un episodio algo desagradable ocurri� en esos momentos cuando el
Nuncio pidi� a los militares que le concedieran poder llevar a todos los sacerdotes y
religiosos a la Nunciatura. Como respuesta los militares dec�an poco menos, que nos
encontr�bamos en el para�so y que nunca hab�amos recibido ning�n tipo de tortura. Me
pareci� tan grosera y fenomenal esa mentira que dud� un instante llevado del esp�ritu
de conservaci�n de callar por temor a las posibles represalias, pero al fin determin�
correr un riesgo m�s y decir delante de todos, todo lo que nos hab�an hecho.
La reacci�n del Sr. Nuncio, Mons. Mestre y de los superiores que all�
estaban fue de una seria indignaci�n y protesta, que en modo alguno esperaban los jefes
de los verdugos que at�nitos nos miraban.
vii) Encuentro con Nuevos Detenidos
Ese d�a hubo un castigo al dejarnos sin comida al mediod�a y del t�
por la tarde. No nos sorprendi� ese castigo pues est�bamos en el coraz�n mismo de las
maquinaciones tortuosas. Cont�bamos con un paquete bastante grande de chocolates, que la
delicadeza y generosidad del Se�or Nuncio nos dej� junto con cajas de vitaminas.
Al final de la tarde tuve una gran tristeza cuando, al abrirse
bruscamente la puerta aparece un ya tristemente conocido paramilitar vociferando v�boras
y amenazas en contra de un deprimido grupo de presos curas y monjas que entraban con �l,
para que se mantuvieran de cuclillas o sentados en el suelo y mirando al suelo. Nos
prohibi�, tanto a ellos como al grupo que est�bamos all�, que nos comunic�semos.
Deb�amos estar todos en silencio, pues los que acababan de entrar eran "muy
peligrosos
." me indignaba interiormente por tanta torpeza y mezquindad del
conocido verdugo. Hasta cuando iban a tratar de ese modo tan bajo a personas tranquilas y
pac�ficas
Conoc�a muy bien a dos de las religiosas de la Caridad y como si fueran
criminales por su profundo esp�ritu de sacrificio y entrega al servicio de los hermanos
campesinos. Sent� l�stima y pena por la vulgaridad de los altos jefes militares que
dirig�an aquella m�quina represiva.
Despu�s que terminaron de interrogar en particular a cada uno de los
otros sacerdotes norteamericanos y a una de las dos religiosas, y mientras interrogaban a
la religiosa que faltaba, nos llevaron a lo que deb�a ser nuestra �ltima celda. Esta vez
se incrementaba el n�mero de los compa�eros de celda con la llegada de los tres
sacerdotes norteamericanos.
viii) �ltima Eucarist�a Dominical
Como digno de menci�n merece recordarse la Eucarist�a que tuvimos
el domingo �ltimo a nuestro cautiverio. Un d�a antes vimos pasar frente a nuestra celda
al P. Tumiri, caminando con dificultad, hacia los servicios higi�nicos. Por ser
Presidente Nacional de la Asamblea de Derechos Humanos, seguramente la debi� pasar muy
mal, a juzgar por su aspecto f�sico y la cojera que ten�a
La principal autoridad del lugar donde nos encontr�bamos era el Cnel.
Mena. Le pedimos que nos hiciera el favor de dejar asistir a la Eucarist�a del siguiente
d�a domingo al Padre Tumiri. Felizmente nos lo concedi�. De com�n acuerdo con todos los
compa�eros decid�amos que fuera �l quien dirigiera o presidiera la Eucarist�a
concelebrada, pero �l prefiri� que lo hiciera otro. Presidi� el Padre David Raterman
ix) Nuestra Libertad
El lunes al anochecer me llam� el Coronel mena y acompa�ado por �l
nos dirigimos a las oficinas del Coronel Fern�ndez. Cuando �ste me vio salud� muy
afectuosamente y me comunic� que al d�a siguiente saldr�amos todos a la Nunciatura.
Tuvieron una gran alegr�a nuestros compa�eros, aunque empa�ada por cierta tristeza,
Qu� significaba nuestro traslado a la Nunciatura? nos d�bamos cuenta de que no
qued�bamos libres sino que nos quer�an sacar del pa�s.
Al d�a siguiente a media ma�ana nos visit� el coronel Mena portando
una lista. Al primero en llamar fue a m�, luego al Hermano Salvador S�nchez y finalmente
al Pastor metodista Germ�n Crespo. Nos fuimos con nuestras pertinencias a la oficina del
Coronel mena donde nos entreg� un formulario para que lo llev�ramos y si est�bamos de
acuerdo lo firm�ramos. Su contenido era un compromiso para no participar nada en
pol�tica y presentarnos all� cuantas veces nos llamaran. Lo firmamos y despu�s de
entreg�rselo al Coronel, nos dijo: "Si se metieron en pol�tica, la experiencia de
lo que han pasado tiene que servir para no volver a meterse en el futuro. Si nunca se
metieron, disculpen
." T sin darnos siquiera unos segundos para objetar, sigui�
hablando, pero esta vez alzando la voz: "Se les advierte que si en el futuro se meten
en pol�tica los agarraremos en cualquier lugar donde est�n, y la represi�n ser� fatal,
sin que los libre la iglesia o el mismo Papa en persona
" El mismo Coronel dio
orden que nos dejaran a una cuadra de San Calixto. Al salir pedimos que nos devolvieran
nuestras pertenencias que nos quitaron al detenernos: documentos de identidad, billetera,
reloj, gafas, dinero, etc. A nadie le devolvieron nada, dej�ndonos con problemas serios
porque actualmente, cuando menos lo esperas, en cualquier lugar de la ciudad te piden el
carnet de identidad y no lo tenemos
2. Testimonio del Padre Alvaro Puentes S.J.
El d�a viernes, 24 de septiembre, ten�a una Eucarist�a con alumnos
peque�os del Colegio San Calixto a horas 11:50. No s� en que momento entraron algunos
adultos que permanecieron al fondo de la Capilla hasta el final de la misa. En el momento
en que termin� se acercaron tres de estos agentes y me pidieron que los acompa�ara
"a la DIN", donde ten�an que hacerme unas preguntas. Al salir de la Capilla
pude avisar al P. Blajot que me llevaban. El les pidi� documentaci�n y me orden� que me
quedara. Tambi�n vio que a la fuerza me sacaron de su habitaci�n, a donde ya hab�a
subido un agente m�s.
Ya en la puerta del colegio, otro, que parec�a mandar el grupo, me
orden� ense�arle mi habitaci�n, donde quer�a ver los documentos que pose�a. Subimos
de nuevo hasta mi cuarto. Ah� revisaron todo lo que hab�a y me permitieron que, mientras
tanto, preparara un malet�n con un poco de abrigo, los �tiles de aseo y algo de
cigarrillos. Se llevaron un cassette (gravado de la radio) sobre el P. Luis Espinal, 13
cassettes m�s (que quer�an revisar) de m�sica cl�sica y folkl�rica, una libreta de
tel�fonos, mis documentos (libreta militar, pasaporte, etc.) y nos comentarios escritos
de los alumnos de 4to. Medio del Colegio. Luego pasamos a mi oficina de Direcci�n del
Colegio Nocturno. Ah�, revisaron tambi�n todo y se llevaron unas fotos de la fiesta de
despedida del P. Oizumi. Con todo esto, eran las 12:45, me subieron a la cabina de una
camioneta en la que fuimos al Gran Cuartel de Miraflores.
Poco tiempo despu�s fui conducido al despacho del Cnel. Mena donde lo
esper� c�modamente hasta las 14:30 o poco m�s.
Cuando el Cnel. Mena entraba fue llamado como me dijo despu�s- a
ser informado de lo que dec�an los muchachos mayores del Colegio en los trabajos que
hab�an tomado del cuarto. Entonces entr� a su oficina visiblemente disgustado. Me dijo
que "los curas extranjeros est�n meando fuera del tiesto". que nos fu�ramos a
nuestros pa�ses. Le dije que era boliviano e intent� explicarle que esos comentarios de
los muchachos se refer�an a una clase en que coment�bamos la Carta Pastoral de los
Obispos, y la obligaci�n que la Iglesia tiene de preocuparse por el hombre y por la
justicia. Me contest� que todo era mentira, que no se hab�a tocado a nadie, que me
presentar�a al P. Tumiri y a Juan Lech�n, a quienes nadie hab�a tocado, ya que fueron
los que m�s se lo merec�an. Todav�a con muy buenos modos fui conducido a una
habitaci�n con una cama y una silla donde se me dijo que esperar�a al Ministro del
Interior.
Creo que fue entre 5 y 6 de la tarde cuando me llevaron a otro despacho
donde esperaban reunidos el Cnel. Luis Arce y m�s o menos 10 personas entre militares y
civiles. Me recibi� a gritos. Me dec�a que era mal boliviano, demasiado influenciado por
los sacerdotes extranjeros que me iban a matar. Ten�a en la mano los trabajos de mis
alumnos, ya subrayados en rojo. En estos trabajos algunos alumnos vert�an sus propias
opiniones sobre el ej�rcito o sobre la situaci�n que se vive en el pa�s. Incluso
algunos hab�an referencia a problemas vividos en su propia familia. Delante de m� dio la
orden de detenci�n de poco m�s de diez de estos j�venes. Entonces tom� de la mesa otra
hoja y me pregunt� si conoc�a al joven Azurduy. Ped� m�s datos, pues no sab�a a quien
se refer�a. Lo hicieron llamar y reconoc� a un muchacho para el que me hab�an pedido
ayuda econ�mica, ayuda que dio Mns. Mestre cuando le expliqu� la situaci�n por la que
atravesaba. Buscaron una libreta de notas de este muchacho, Miguel Azurduy, donde figuraba
mi nombre y direcci�n (pues ten�a que venir a buscar los 2.000 bol�vares que guardaba
para �l).
El Ministro despu�s de una serie de insultos y amenazas de muerte,
orden�: "llamen a mis hombres para que los maten". Momentos despu�s entraron
cuatro o cinco que empezaron a golpearnos en la misma oficina y delate de todos los
reunidos. Recibimos golpes con el pu�o, patadas y latigazos con un cable de acero en todo
el cuerpo, desde las rodillas a la cabeza. Cuando algunos de nosotros ca�a, era levantada
y continuaban los golpes, que se intercalaban con preguntas sobre nuestras relaciones,
filiaci�n pol�tica, etc. A mitad de la sesi�n entr� un hombre mayor al que golpeaban
con nosotros (creo recordar que era un zapatero, el Sr. Sevilla). Al final me vendaron los
ojos. As� continuaron por un tiempo m�s los golpes. Cuando fui conducido a la celda
(calculo que era entre 7 y 8 de la noche) me pusieron el ca�o de un arma en la sien e
hicieron el movimiento de cargarla. Me tuvieron as� unos segundos hasta que se retiraron
diciendo que mejor la ejecuci�n ser�a a las tres de la ma�ana.
Durante la noche fue imposible dormir por los dolores en las costillas
y el est�mago. Aqu� en Buenos Aires, el m�dico me encontr� fisura en algunas
costillas, parte de los moretes visibles y del labio reventado. Con todo, tengo la
sensaci�n de que los otros dos sufrieron un castigo m�s duro que yo, teniendo adem�s en
cuenta que Miguel Azurduy subi� all� con cicatrices y sangre en la cara.
A las diez de la ma�ana del s�bado vinieron a buscarme. No me dijo
nada. Llegamos al Ministerio del Interior. Esper� sentado en una de las oficinas de
Migraci�n. Entend� que esperaban algo para visar mi pasaporte. M�s tarde ordenaron a
dos empleados que me subieran al aeropuerto con el encargo de que no me dejaran hablar con
nadie. Esperamos dentro de la movilidad en la misma pista. Cuando hab�an subido ya todos
los pasajeros, me entregaron pasaje y pasaporte y me condujeron del brazo hasta la
escalerilla del avi�n de Aerol�neas Argentinas. Era el momento en que se cumpl�an las
24 horas de mi detenci�n en San Calixto.
3. Testimonio del Hermano Mario Sabato
El d�a martes 29 de julio a eso de las 11:30 de la ma�ana fui a la
oficina de "Fomento Cooperativo", cuyo presidente es el Padre Julio Tumiri (P.
Tumiri, sacerdote boliviano secular tambi�n es el presidente de la Asamblea Permanente de
los Derechos Humanos en Bolivia). Esta oficina est� ubicada en la calle Yanacocha 545, en
pleno centro de la ciudad y yo fui para pedir un modelo de estatuto de "tiendas de
consumo" para la comunidad de Titikachi. Con sorpresa vi al P. Julio Tumiri y le dije
que se cuidara por los acontecimientos que est�bamos viviendo. El estaba bastante apurado
y hab�a dado orden de cerrar la oficina hasta el d�a 10 de agosto por seguridad de
todos. Yo le pregunt� y qu� de los "Derechos Humanos"- El me respond�� que
luego hablar�amos. En realidad �l hab�a ido para arreglar la situaci�n de los
empleados de Fomento Cooperativo. Luego entr� en su despacho. Despu�s que yo recog� los
estatutos de cooperativismo de consumo, vi que entraron en la oficina 4 hombres. Yo dije
al emplado: "ahora estamos fritos", pues me di cuenta de las caras y actitudes.
Uno se detuvo en la puerta, dos pasaron al despacho de P. Tumiri. Uno me pidi� mi
documentaci�n. Contest� a este se�or que se identificara y despu�s yo le dar�a mis
documentos. Me respondi� que no era el caso de bromear porque la cosa era seria. Yo
insist� que por favor se identificara. me dijo de esperar unos segundos y luego entraron
con ametralladoras en la mano diciendo: "ahora sabe qui�nes somos". Present�
mi carnet de identidad y me dijeron: "Ten�a que ser Padre y peor todav�a si es
italiano". Con estas palabras nos sacaron afuera con la cabeza agachada y
prohibi�ndonos de mirar. Nos echaron en el piso de un jeep blanco sin placas y los
paramilitares o militares vestidos de civiles, eran seis armados, m�s el chofer.
Pregunt� d�nde nos estaban llevando y me contestaron a "una oficina". En el
camino me dijeron de rezar el �ltimo Padre Nuestro si quer�a ir a ver a mi Dios, porque
no tendr�a m�s tiempo. Respond� que no estaba rezando para m�, sino m�s bien para
ellos. Llegamos al Estado Mayor y al bajar del jeep, pude contar 6 ambulancias, una al
lado de la otra.
Entramos en un pasillo, donde hab�a muchos civiles armados y varias
personas con la cara vendada y las manos a la pared. A nosotros tambi�n nos pusieron en
esta posici�n. Poco despu�s nos hicieron entrar en un cuarto donde hab�a tirados sobre
colchones 5 personas. A nosotros dos nos prohibieron de hablar y un civil armado estaba
custodi�ndonos hasta que sacaron al Padre Julio Tumiri, que era "el pez gordo"
de la redada. Los que estaban all� me dijeron que si ten�a algo de comprometedor de
hacerlo desaparecer y de esconder mi bolsa bajo el colch�n. que no s� por qu� no me
hab�a quitado.
A cada rato entraban en nuestro cuarto gente armada y me dec�an que yo
era un "cura extremista italiano", "que me iban a fusilar", "que
hab�a venido a Bolivia no como misionero, m�s bien enviado de un grupo extremista de
Italia y que con el P. Tumiri est�bamos preparando un plan subversivo para los
campesinos", yo respond�a que no era verdad y que no ten�an pruebas. Me contestaban
que estaban buscando mis antecedentes en Italia. Por supuesto que no hab�a caso de
intentar dialogar con ellos.
Esa primera tarde, estaba conmigo un campesino acusado de bloque de
caminos. Le hab�an pegado en todo el cuerpo y ten�a 61 a�os. Ten�a el est�mago
hinchado y la cara llena de heridas por los pu�etazos. Luego estaban dos muchachos
hermano de un barrio popular, acusados de tener dinamita en casa de su madre y que
serv�an para actos dinamiteros: Hab�a un joven, acusado de saber d�nde estaba su t�o,
que era dirigente fabril y oro joven acusado de sospechoso a causa de su barba y traje
negro y de pertenecer a la UDP. Lo hab�an recogido mientras hac�an un
"operativo" en ambulancias en la zona fabril de Achachicala. Todos hab�an sido
brutalmente pegados, a tal punto que no pod�an ni moverse del colch�n. El cuerpo de uno
de ellos a causa de los golpes ten�a color negro, morado. Hacia las 10 de la noche, se
llevaron a todos al DOP y no los volv� a ver m�s. Media hora despu�s trajeron 5
personas m�s. Hab�an estado vendados todo el d�a en el pasillo con las manos en la
nuca, las piernas abiertas y a cada momento eran objeto de patadas, golpes y burlas de
parte de todos. Antes de traerlos al cuarto, todos hab�an pasado por el interrogatorio,
recibiendo su dosis de palos con hierro y patadas. Pegaban a la espalda, las nalgas y a
los m�sculos de las piernas y pu�etes en la barriga. A uno de los mineros le reventaron
los dedos de un pie con la culata de la ametralladora y con la misma le dieron un golpe a
la clav�cula distorsion�ndola. Otro que estaba en malas condiciones era un muchacho,
acusado de haber pegado en el mes de abril a un sargento en civil. Ten�a la cabeza rota,
la ceja del ojo izquierdo rota, a causa de una patada y una quemadura producida con hierro
caliente en la parte anterior del antebrazo. A los otros dos mineros les pegaron menos,
como tambi�n a un portero de la Escuela Normal.
La ma�ana siguiente trajeron 5 personas m�s de la localidad de
Comanche, acusados de bloqueo de caminos. A �stos les pegaron muy poco. Se llevaron
vendados a varios al interrogatorio y les pegaron. S�lo no pegaron a un minero que
manifest� que el nuevo presidente hab�a dado orden de "no tocar a los mineros"
y que a �l le hab�an hecho barbaridades y que si quer�an que de una vez o mataran antes
de seguir castig�ndolos brutalmente". Al o�r esto, lo trataron bien, en el
interrogatorio le quitaron la venda y lo hicieron sentar. Contento vino a relatarme todo
esto y despu�s se lo llevaron al DOP con otros m�s, quienes regresaron el d�a despu�s,
pero �l no. Por la noche trajeron 3 chicos de "Vanguardia Obrera", detenidos
desde el 22 de julio. Hab�an pasado por el Ministerio del Interior, donde les hab�an
pegado fuertemente, quit�ndoles todo. Luego los llevaron al Estado Mayor, donde les
pegaron e interrogaron, luego al DOP donde no les pegaron y nuevamente al Estado Mayor,
donde s� les pegaron fuertemente y ten�an el terror de quedarse all�. Vinieron otros
dos chicos m�s, otro portero de la Escuela Normal y un joven acusado de falsificar un
memor�ndum del a�o pasado. Con este grupo de 12 personas, me qued� hasta el 5 de
agosto, d�a en que fui liberado. El martes, mi�rcoles y jueves (29, 30 y 31 de julio)
los oficiales y civiles armados, continuamente nos asustaron, amenaz�ndonos con frases,
nos hac�an levantar de noche, nos pon�an con la boca al piso y las manos a la nuca o
apagaban la luz interrog�ndonos, civiles enmascarados. Algunos apodos de estos civiles
eran "el Argentino", "el Pelo Blanco", y "Fantom�s". Dos
oficiales hablaban bien italiano y alem�n. El mi�rcoles por la noche varios civiles
armados pidieron las llaves de las ambulancias para llev�rselas. Escuch� muy bien porque
para entrar en el cuarto de la radio y claves, se pasaba por nuestro cuarto. Las primeras
dos noches no tuvimos frazadas y dormimos uno junto al otro. Nunca nos dieron desayuno y
la comida, almuerzo y cena era demasiado poca. Por orden del Teniente Coronel Mena nos
dieron unas frazadas a cada dos personas y nos permitieron ir al ba�o m�s a menudo.
Por la ma�ana ven�a una enfermera poniendo pomada a los que hab�an
recibido golpes y dando p�ldoras contra el resfr�o. Ella nos manifest� que los primeros
d�as era terrible, que hab�a visto barbaridades.
La suerte m�s grande fue la visita de la Cruz Roja Internacional.
Desde ese d�a no pegaron a nadie y nos dejaron bastante tranquilos.
En el interrogatorio, las acusaciones en mi contra eran: que hac�a
parte de Derechos Humanos, que era de CONADE, que hab�a venido con una organizaci�n
extremista italiana, que con P. Julio est�bamos preparando planes subversivos para el
campo, que mi congregaci�n en Suiza (donde estudiamos teolog�a), estaba en contacto con
Organizaciones Humanitarias y que yo hab�a estudiado en la Universidad de Lovaina (donde
nunca he puesto ni un pie) y que all� hab�a sido preparado para venir a la Am�rica
Latina. A�ado que por las noches tra�an mucha gente, muchas personas borrachas, que
recib�an fuertes palizas. Tengo la impresi�n viendo algunas listas- que en el
sector donde estuvimos, hab�a por lo menos 40 personas en varios cuartos. Algunas noches
los oficiales y civiles se emborrachaban, fastidi�ndonos en otra forma.
Una vez que se formaron hab�an m�s o menos 80 civiles armados.
Quiero indicar que no recib� mal trato, fuera de las acusaciones e
interrogatorios. Supongo por el hecho de ser religioso. Me liberaron despu�s de haber
firmado un compromiso con el Alto Mando Militar, junto a todos los sacerdotes y hermanas y
ministros de la Iglesia Metodista, gracias a la mediaci�n de la Nunciatura Apost�lica de
La Paz.
4. Testimonio del Padre Claudio Pou, S. J. (Caso 7450)
Claudio Pou-Viver, sacerdote de la Compa��a de Jes�s,
residente en La Paz desde 1977. Mi anterior residencia fue Sucre. Llegu� de Espa�a, mi
pa�s de nacimiento, a Bolivia en 1952: he estado ausente en diversas ocasiones por
razones de estudio (Ecuador, Italia, Espa�a, USA). Actualmente mi trabajo es el
siguiente: Administrador (Procurador de la Compa��a de Jes�s en Bolivia, Coordinador de
Planificaci�n de la Compa��a de Jes�s en Bolivia, actividad pastoral espor�dica.
Tesorero de la Conferencia Boliviana de Religiosas y Religiosos, miembro del Directorio de
Radio Fides. En mis declaraciones a las autoridades en estos d�as pasados solamente hice
constar como mi trabajo la actividad sacerdotal (pastoral) y la Administraci�n (sin
especificar que era a nivel de toda Bolivia). Escribo este informe desde mi asilo en la
Nunciatura.
Detenci�n.
Fui detenido por civiles armados (irregulares, paramilitares) en el
patio del Colegio San Calixto el d�a 17 de julio �ltimo, aproximadamente a las 12:30 del
mediod�a. Al escuchar disparos y una explosi�n provenientes de Radio Fides, baj� a la
porter�a con la intenci�n de cerrar la puerta de la calle; me top� con un civil quien
me amenaz� con un fusil y me conmin� a que me pusiera cara a la pared con las manos
levantadas o disparar�a (mi caso es similar en cuanto a los lugares de detenci�n y
tratamiento al del P. Juan Enviz y los Hnos. Salvador S�nchez y Jos� Marco, tambi�n
Jesuitas). Intent� dialogar con �l pero fue in�til. Tambi�n fue detenido en ese
momento por el mismo individuo el H. Salvador S�nchez y luego tres empleados del colegio.
Al poco rato bajaron tres paramilitares que acababan de destruir los estudios de Radio
Fides y ten�an detenido al H. Jos� Marco. Nos golpearon ligeramente y me dieron un
culatazo en la cabeza que me produjo una herida sangrante.
Los tres jesuitas fuimos llevados a una camioneta-vagoneta que estaba
parqueada frente al colegio. Mucha gente estaba en la calle y en los balcones del frente
en esos momentos. Cre� que nos llevaban a matar. La camioneta se dirigi� al Gran Cuartel
de Miraflores donde se encuentre, entre otras dependencias, el Estado Mayor.
En el Estado Mayor
Llegados al Cuartel fuimos objeto de numerosos insultos, blasfemias y
soeces. Nuestra condici�n de sacerdotes y religiosos era bien conocida por todos, pues a
ella hac�an referencia los insultos. Hab�a en el patio principal el Cartel alrededor de
un centenar de paramilitares armados y visiblemente enloquecidos, numerosos soldados y
oficiales, tanque y otros veh�culos, algunos de ellos ambulancias.
Nos llevaron al edificio del Departamento II (Inteligencia en cuyo hall
hab�a unas 15 personas, en su mayor�a paramilitares. Nos pusieron cara a la pared,
preguntaron nuestros nombres y, mientras nos insultaban a gritos y nos golpeaban a
pu�etazos y patadas, nos ordenaron entregar zapatos, cintur�n y todas las pertenencias
(yo no llevaba ning�n documento de identidad ni prenda de valor, excepto reloj y llaves
que ellos no vieron).
Luego salimos de nuevo al patio y nos llevaron hacia la caballer�a. En
el camino un civil, desconocido por m�, me golpe� y pate� a su gusto sin que nadie
intentara impedirlo. Llegados a la caballeriza vimos unas 30 a 40 personas tenidas en el
paso y cre� que nos iban a matar o torturar. Se nos oblig� a echarnos, boca abajo y con
las manos en la nuca, sobre el esti�rcol mezclado con paja que cubr�a gran parte del
piso. El resto del d�a fueron trayendo m�s detenidos, entre ellos todos los periodistas
que estaban cubriendo los acontecimientos del Palacio Presidencial, diputados,
sindicalistas, universitarios, etc. Estuvimos en esas condiciones hasta aproximadamente
las 4:30 de la madrugada siguiente. Durante todo ese tiempo los guardianes nos amenazaron
continuamente con insultos, �rdenes de no movernos, etc., acompa�ando lo anterior con
algunas patadas y culetazos (los guardianes fueron primero paramilitares y luego soldados
de uniforme; con frecuencia se hizo presente un individuo con claro acento argentino, que
parec�a diferente del escuchado anteriormente, quien se mostr� especialmente bruto y
cruel en sus insultos y golpes). Aproximadamente a la medianoche un soldado me rob� el
reloj. Hasta las 3:30 aproximadamente de la madrugada no pudimos levantarnos para orinar;
a algunos que ped�an hacerlo se les dijo que se orinaran encima.
Durante la �ltima hora fuimos custodiados por un militar (que parec�a
oficial de grado capit�n o mayor) que se port� humanitariamente; no amenaz�, no
insult�, no se opuso a que nos acomod�ramos un poco mejor, nos permiti� levantarnos
para orinar en una pared de la caballeriza.
En el DOP (Direcci�n de Orden Pol�tico):
Alrededor de las 4:30 de la madrugada del viernes d�a 10 nos sacaron
de la caballeriza descalzos, agachados, con las manos en la nuca, en fila de a dos y con
algunos golpes. Nos hicieron entrar en unas ambulancias de la CNSS (Caja Nacional de
Seguridad Social) de las que hab�an sacado las literas. Nos hicieron echar en el piso e
la ambulancia, unas cuatro o cinco personas en cada ambulancia. Subieron a la ambulancia
dos civiles armados de metralletas. Todo parec�a indicar que nos llevaban a alg�n lugar
solitario para matarnos. Las ambulancias recorrieron algunas calles de La Paz y al
descender nos dimos cuenta de que est�bamos frente a la c�rcel del DOP, a unos cincuenta
metros del Palacio Presidencial (desde que acab� la dictadura de B�nzer esos locales
eran usados como oficinas de la C�mara de Diputados y se ve�a que se acababan de
improvisar de nuevo para c�rcel).
En el DOP nos pusieron de nuevo a la pared y preguntaron nuestros
nombres. Un agente separ� entonces a los religiosos y nos puso juntos en una celda: en
ese momento �ramos solamente tres, pues el cuarto jesuita fue tra�do a la celda por la
tarde; lo hab�an sacado del Estado Mayor en el primer viaje. La celda era de 3 x 3
metros, con s�lo la luz que entraba por las rendijas de la puerta y con piso de cemento;
�nicamente hab�a para cubrirse una estera ra�da y llena de polvo. A las 7 de la ma�ana
nos dieron un caf� caliente, primer alimento desde nuestra detenci�n; luego, a mediod�a
a media tarde, nos dieron un plato de comida.
Estuvimos en una celda desde ese viernes 18 hasta �a ma�ana del
martes 22m cuando nos trasladaron a otra celda que era en realidad una oficina con piso de
madera habilitada para celda. Un anoche nos sacaron a la una para tomar nuestros datos
personales b�sicos: nombre, edad, ocupaci�n, lugar de detenci�n. El domingo 20 nos
devolvieron los zapatos.
Permanecimos en esa celda hasta el viernes 1 de agosto. El trato que
recibimos en el DOP fue humanitario dadas las circunstancias: la comida no era abundante
pero s� bien preparada; se nos permiti� recibir frazadas, alimentos, vino para la
Eucarist�a, naipes, cigarrillos, etc.; no se nos maltrat�. Sin embargo, sabemos con
certeza que en esos d�as otros fueron maltratados por militares (ajenos al DOP) durante
su interrogatorio. A los seis d�as de encarcelamiento el DIN (Direcci�n de
Investigaci�n Nacional) me tom� declaraci�n sin ninguna clase de violencia; datos
personales, ocupaci�n, lugar y circunstancias de detenci�n, datos sobre pertenencia a
partidos pol�ticos, reuniones pol�ticas, posesi�n de armas, plan de lucha armada en el
pa�s y otras preguntas. Se me dio a leer la declaraci�n y la firm�.
El lunes 28 trajeron a nuestra celda a tres salesianos, de cuya
detenci�n una semana antes no est�bamos enterados. Al d�a siguiente trajeron a dos
Pastores Metodistas, uno de La Paz y oro de Sapecha (Alto Beni); al de La Paz lo hab�amos
visto ya en d�as anteriores, pues fue detenido el mismo d�a que nosotros. Dos o tres
noches pasamos momentos de angustia al o�r y ver que sacaban prisioneros con destino
desconocido o que llegaban nuevos detenidos. A lo largo de los d�as vimos a prisioneros,
muchos de ellos menores de 20 a�os que hab�an sido golpeados con mayor o menor crueldad.
Hab�a seis mujeres de edades estimadas entre 20 y 50 a�os, detenidas en una celda frente
a la nuestra. Un d�a recibimos la visita de un funcionario insolente del Ministerio del
Interior acompa�ado de sus guardaespaldas con metralletas; entre otras insensateces nos
dijo que nadie se interesaba por nosotros, cuando conoc�amos ya por otros conductos los
esfuerzos que se estaban desplegando por parte de la Iglesia.
Creo que fue el d�a 30 cuando el H. Jos� Marco fue trasladado a la
Cl�nica Copacabana (de la Polic�a) para ser atendido de s�ntomas de flebitis. En el
resto de nosotros ya hab�an pr�cticamente desaparecido a mayor�a de hematomas y
se�ales de malos tratos. Fuimos visitados por un m�dico del DIN unas tres o cuatro
veces. Durante toda nuestra permanencia en el DOP salimos al sol en tres ocasiones por un
total de veinte minutos.
De nuevo en el Estado Mayor:
El viernes 8 de agosto, aproximadamente a las 11 de la ma�ana nos
sacaron del DOP con rumbo desconocido para nosotros pero ya sin guardias armados. Fuimos
conducidos al Estado Mayor. M�s tarde fuimos llevados a una reuni�n en la Sala de
Operaciones del Alto Mando, donde estaban presentes el Nuncio, dos Obispos, los superiores
religiosos de salesianos y jesuitas y los tres jefes de Inteligencia de las Fuerzas
Armadas. La reuni�n no fue muy cordial desde el momento en que, ante el intento de esos
jefes por ocultar la verdad, explicamos claramente el trato recibido desde nuestra
detenci�n.
Fuimos devueltos al Departamento II, donde se nos reunieron m�s tarde
tres sacerdotes y dos religiosas detenidos en sus lugares de residencia en el Altiplano
Norte. No faltaron algunos insultos por parte de civiles y militares que al parecer
proced�an por propia iniciativa aprovechando el desorden reinante. Por la noche nos
llevaron a los once varones a una oficina-celda. Nos dieron colchones y frazadas. El trato
fue relativamente humanitario. La comida era insuficiente y con frecuencia fr�a. No
salimos ni una vez al aire libre. Cinco tanquetas y tres tanques estaban estacionados en
el patio al pie de nuestras ventanas que estaban cubiertas con peri�dicos. Con frecuencia
nos visitaban algunos militares y paramilitares; el trato de algunos era cordial y el de
otros prepotente o insultante. Nos consta de la descarada hipocres�a de alguno de ellos
con respecto a lo que nos dec�a a nosotros y a lo que hablaba luego a otros.
El d�a 4 de agosto supimos que al d�a siguiente ir�amos todos a la
Nunciatura. El d�a 5 fueron dejados libres siete, mientras los otros cuatro (los tres
salesianos y yo) fuimos llevados a la Nunciatura. Al salir estaba en el patio del cuartel
el acostumbrado grupo de unos cien paramilitares, armados y con aspecto de delincuentes.
En la Nunciatura
La intenci�n de las Fueras Armadas es que nuestra estancia aqu� sea
el paso hacia el exilio, pero se nos ha comunicado que el Nuncio, los Obispos y nuestros
superiores religiosos no est�n de acuerdo e intentar�n evitarlo.
He conocido los cargos se me hacen: los considero est�pidos, injustos
por falsos y no probados. Por lo tanto, considero injustificada e injusta mi detenci�n.
Igualmente injusto ser� mi exilio si llega a realizarse.
En la Nunciatura estamos en excelentes condiciones y, realmente en
libertad completa dentro del edificio.
Hasta hoy, 12 de agosto, no sabemos si nos exiliar�n o nos dejar�n en
libertad. Mi deseo es permanecer en Bolivia.
E.
Otras formas de Restricci�n a la Libertad: Los Exiliados y Residenciados5
1. Por su �ntima vinculaci�n con el derecho a la libertad f�sica la
Comisi�n se referir� a continuaci�n a la situaci�n de los exiliados y residenciados,
la que tambi�n afecta al derecho de circulaci�n y de residencia, consagrados en la
Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos.
2. La Constituci�n boliviana consagra en su Art�culo 7, numeral
g("el derecho de ingresar y permanecer, transitar y salir del territorio
nacional". El mismo ordenamiento, en el Art�culo 15 establece que los funcionarios
p�blicos que, sin haberse dictado el Estado de Sitio tomen medidas de persecuci�n,
confinamiento o destierro de ciudadanos y las hagan ejecutar, estar�n sujetos al pago de
una indemnizaci�n de da�os y perjuicios as� como de las acciones penales que
correspondan, comprobando que los hechos se adoptaron en violaci�n de los derechos y
garant�s establecidas en la Constituci�n.
Por otra parte, como se se�ala anteriormente, durante la vigencia del
Estado de Sitio su declaratoria autoriza al Ejecutivo a la suspensi�n de las garant�as y
derechos consagrados en la Constituci�n frente a se�aladas personas fundadamente
sindicadas en tramar contra el orden p�blico. En tales casos adem�s del arresto mediante
orden de autoridad leg�tima, y si la conservaci�n del orden p�blico exigiese el
alejamiento de los sindicados podr� ordenarse su confinamiento a una capital de
departamento o de provincia que no sea malsana.6
Sin embargo, durante el Estado de Sitio, la Constituci�n prescribe el
destierro por motivos pol�ticos; pero al confinado, perseguido o arrestado por estos
motivos, que pida pasaporte para el exterior, no podr� serle negado por causa alguna
debiendo las autoridades otorgarle las garant�as necesarias al efecto. Los ejecutores que
violen eta disposici�n son responsables en cualquier tiempo, por violaci�n de las
garant�as constitucionales.
3. Sobre la base de la legislaci�n referida y de las denuncias e
informes obtenidos se puede se�alar que cientos de bolivianos, especialmente dirigentes
pol�ticos y sindicales se han visto obligados a exiliarse en diferentes pa�ses, ante las
amenazas e intimidaciones recibidas de autoridades gubernamentales o como una condici�n
indispensable para obtener su liberaci�n; oras, han optado por el exilio voluntario o
fueron expulsadas del pa�s y un grupo menor han sido "residenciados", es decir,
obligados a vivir en determinada zona del pa�s debiendo presentarse peri�dicamente ante
las autoridades. Estas medidas en opini�n de la Comisi�n fueron ejecutadas sin atender
ni respetar las exigencias constitucionales, y con el prop�sito de liquidar cualquier
oposici�n pol�tica,7 as� fuese pac�fica, en abierta
contravenci�n con el texto y esp�ritu de la Convenci�n Americana sobre Derechos
Humanos.8
4. Las personas que lograron asilarse9
en diferentes representaciones diplom�ticas el d�a del golpe militar, o los d�as
posteriores, obtuvieron luego de cerca de 3 meses de demora los salvoconductos
respectivos. La CIDH desea reiterar su opini�n de que la reclusi�n prolongada de
personas en lugares, como las representaciones diplom�ticas, tienen el privilegio de la
inmunidad constituye tambi�n una violaci�n a la libertad del asilado y se transforma en
una pena. En el mes de noviembre de 1980, el Gobierno boliviano inform� a la Comisi�n
que todas las personas que se encontraban en representaciones diplom�ticas se les hab�a
concedido el salvoconducto abandonando el pa�s.10
5. La Comisi�n mediante notas del 3 al 30 de abril de 1981, solicit�
al Gobierno boliviano la lista oficial de las personas exiliadas, asiladas, expulsadas del
pa�s y residenciadas, con el prop�sito de aclarar los diferentes informes que ven�an
recibiendo. Hasta la fecha el Gobierno no ha respondido.
La Comisi�n ha recibido el documento GB/214/11/9 de la Sesi�n 214 del
Comit� para la Libertad Sindical de la Organizaci�n Internacional del Trabajo, en el
cual se estudia el Caso No. 983 relativo a alegadas violaciones de ese derecho por el
Gobierno de Bolivia. En el mencionado documento como Anexo II se presenta una lista de
personas que han sido residenciadas, liberadas o exiliadas. Esta informaci�n fue
suministrada por el propio Gobierno a la OIT el 10 de noviembre de 1980.11
Por la fuente, la CIDH ha considerado �til su inclusi�n, puesto que ella reafirma las
denuncias de medidas arbitrarias que afectan la vigencia no solo de la libertad f�sica de
las personas, sino del Derecho de Circulaci�n y Residencia contemplado en el Pacto de San
Jos� de Costa Rica.
La lista es la siguiente:
Juan Lechin Oquendo |
residenciado |
Sim�n Reyes Rivera |
residenciado |
Liber Porti |
exiliado |
Julio Tumuri |
residenciado |
Victor Sosa |
residenciado |
Max Toro B. |
residenciado |
Noel Vasquez |
residenciado |
Victor Lima |
residenciado |
Cayetano Llobet |
liberado 2.11.80 |
Gladys Solon |
liberada 9.10.80 |
Hernan Ludue�a |
liberado |
Oscar Pe�a Franco |
exiliado |
Fernando Salazar |
exiliado |
Cosme Reyes Valverde |
residenciado |
Luis Aguilar Portillo |
residenciado |
Nicasio Choque Donaire |
residenciado |
Rufino Cossio Calle |
residenciado |
Luis Pozo I�iquez |
residenciado |
Rafael Ortega Vaquera |
residenciado |
Miguel Ortiz Ruelas |
residenciado |
Carlos Soria Galvarro |
residenciado |
Agencio Quispe Quispe |
residenciado |
Isaac Mopales Quispe |
residenciado |
Walter Humeres Cortez |
residenciado |
Francisco Tintaya Calle |
residenciado |
Paulino Mendez Arosqueta |
residenciado |
Wilfredo Rua Bejarano |
exiliado |
Arturo Villanueva Ima�a |
residenciado |
Walter Robles Bermudez |
liberado |
Julio A. Marquez |
liberado |
David Acevey |
residenciado |
Amador Villavicencio |
liberado |
Eduardo Dominguez Vert |
residenciado |
Alfredo Bonadona |
liberado 30.10.80 |
Walter Retamozo Monta�o |
exiliado |
Floduardo Ordo�ez |
residenciado |
Raul Gonz�lez Almansa |
residenciado |
Jos� Marquez |
liberado |
Freddy Justiniano |
residenciado |
Guillermo Dalence |
residenciado |
Vladimir Arusinaga |
residenciado |
Julio Marquez |
liberado |
Juan Carlos Orioles |
residenciado |
Adrian Camacho |
liberado |
Fernando Torrely Maria |
liberado |
Armando Porre |
liberado |
Corsino Pereyra |
residenciado |
7. Dentro de las informaciones de exiliados que
tambi�n hacen referencia a los apremios ilegales se pueden se�alar los siguientes:
Caso 7823: Juan Antonio Solano, nacido el 27 de enero de 1955,
en Llallagua, Bolivia. Estudiante universitario de Metal�rgica en la Universidad de
Oruro, y miembro de la Federaci�n Universitaria.
Detenido en el a�o de 1977 durante el gobierno de Banzer y nuevamente
en 1980 despu�s del golpe de estado. Se encuentra exiliado en Suiza desde el 22 de
noviembre de 1980 cuando se vi� obligado a abandonar el pa�s.
Arrestado el 18 de julio de 1980 en el Comedor Universitario de la
Universidad de Oruro por las Fuerzas Armadas y la polic�a, junto con 250 estudiantes
m�s. Llevado detenido primero a un puesto militar en Vinto (Oruro), luego al DOP Oruro
donde permaneci� 43 d�as para ser trasladado luego al Ministerio del Interior en La Paz.
Durante todo el tiempo de su detenci�n fue maltratado y se le oblig� a firmar
declaraciones falsas. Los interrogatorios fueron llevados a cabo por agentes de Servicio
de Inteligencia. Por consider�rsele "elemento peligroso" se le iba a enviar a
la Rep�blica Argentina. La intervenci�n de la iglesia, CIME y Naciones Unidas impidi�
que presos pol�ticos bolivianos fueran enviados a Argentina. Fue llevado a Viacha en
donde funcionarios del CIME lo entrevistaron y facilitaron su exilio en Suiza.
Torturas y Maltratos
Inmediatamente despu�s de su arresto junto con 259 estudiantes m�s
fueron llevado a un puesto militar en Vinto (Oruro) en donde se les practic� un simulacro
de enterramiento vivo oblig�ndolos a meterse en una fosa a la cual rociaron con gases
lacrim�genos y los cubrieron con tierra y agua. Despu�s fueron golpeados con palos y
sufrieron simulacros de fusilamiento. Fueron trasladados luego a DOP en Oruro en donde las
condiciones carcelarias fueron muy malas. Bajo amenazas fueron obligados a firmar
declaraciones. No hab�a agua ni comida. Hab�a entre 30 y 40 reclusos en celdas de 2 x 3
mts. Familiares de los detenidos llevaban comida. Como hab�an varios detenidos del
Interior no ten�an quien les llevara comida. En los 45 d�as de permanencia en DOP
subsisti� b�sicamente de la comida que otros detenidos compart�an con �l. El siguiente
traslado fue al Ministerio del Interior en La Paz en donde hab�a una gran cantidad de
detenidos que ser�an m�s tarde llevados a los campos de concentraci�n en el Oriente
boliviano, (Madidi, San Joaqu�n, Puerto Rico, Exiamas). Los primeros d�as lo encerraron
en una habitaci�n peque�a de donde lo sacaban para interrogarlo a altas horas de la
noche. En la primera fase de los interrogatorios no utilizaron violencia, pero al no
confesar lo golpearon hasta que perdi� el sentido. Fue dejado por dos d�as en un cuarto
oscuro sin nada de comer ni beber y sacado luego para ser interrogado de nuevo. Fue
nuevamente golpeado y llevado luego a una celda donde estaban todos sus otros compa�eros,
quienes se encontraban en las mismas condiciones f�sicas que �l. En celdas de 3 x 4 mts.
Hab�a hasta 60 personas y no hab�a servicio sanitario. Juan fue catalogado como
"elemento peligroso" y junto con otros detenidos estaba en la lista de
expulsados del pa�s. El 25 de octubre se les dio salvoconductos para ser expulsados a la
Argentina como pertenecientes a grupos de extrema izquierda. Cuando estaban en el
aeropuerto recibieron noticias de que CIME, la iglesia y las Naciones Unidas interven�an
para evitar que presos pol�ticos fueron enviados a la Argentina, Chile y Paraguay. Fueron
llevados a Viacha en donde funcionarios de CIME ayudaron a Juan a salir para Suiza.
Durante todo el tiempo de su detenci�n, Juan no tuvo ninguna
entrevista con su familia ni oportunidad de comunicarles como y donde se encontraba. Tuvo
que abandonar Bolivia sin ponerse en contacto con nadie de su familia.
Caso 7824: Diego Morales Barrera, Pintor y Profesor de Artes
Pl�sticas, naci� en La Paz (Bolivia), el 12 de noviembre de 1946. Profesor de Artes
Pl�sticas en la Escuela Superior de Bellas Artes durante 6 a�os. De 1976 a 1979 trabaj�
como escultor en el Museo de Etnograf�a y Folklore, all� fue Secretario de Prensa y
Propaganda del Primer Sindicato de Empleados P�blicos. En febrero de 1979 tuvo que
retirarse del museo a causa de la presi�n impuesta por las fuerzas armadas.
Diego Morales Barrera no tiene ninguna filiaci�n pol�tica pero su
trabajo como pintor ha expresado su desaveniencia con los golpes militares, est� en
contra de los gobiernos de facto y sus tendencias son de izquierda.
El 26 de octubre de 180 fue detenido junto con su madre en La Paz, por
agentes del SIE (Servicio de Inteligencia del Estado). La se�ora Morales fue dejada en
libertad una hora despu�s. Diego fue llevado al Ministerio del Interior en donde fue
golpeado y su documentaci�n confiscada. Luego fue llevado a la secci�n del DIC en
Obrajes, suburbio de La Paz. All� permaneci� cuatro d�as, hasta el 20 de octubre,
esposado de pies y manos, a oscuras, sin agua ni comida y sin servicio sanitario, debiendo
hacer sus necesidades fisiol�gicas en un balde. El d�a 20 fue llevado al Ministerio del
Interior. En este trayecto fue interrogado, golpeado en los test�culos y quemado con
cigarrillo en las manos. El interrogatorio continu� dentro de las oficinas del Ministerio
del Interior. Bas�ndose en fotograf�as tomadas de sus cuadros y acompa�ado de golpes en
los o�dos y en el cuerpo, le interrogaban sobre su filiaci�n pol�tica qui�n hab�a
financiado su exposici�n de pinturas y si pertenec�a al ELN.
Los que suministraban los golpes eran agentes mientras que los que
supervisaban y hac�an preguntas parec�an militares de jerarqu�a superior. Entre
insultos y golpes le atemorizaban diciendo que le iban a reventar los ojos, a cortar las
manos o a imputar alg�n miembro. Esto dur� m�s o menos desde las 2 de la tarde hasta
las 8 de la noche cuando tres tenientes del ej�rcito perteneciente al SIE, le llevaron a
una casa situada en la Ciudad Sat�lite de El alto de La Paz, �sta es una vecindad
popular donde la mayor�a de las viviendas pertenecen a obreros, fabriles y mineros. El
personal de esta casa estaba vestido de civil pero eran soldados de Tarapac�, El jefe era
un capit�n y sus segundos eran tenientes, a uno de ellos le apodaban "Rommel".
A pesar de que prepararon la "picana" y de las continuas amenazas; los
interrogatorios no fueron completados con violencia.
El d�a 22 se le present� la oportunidad de escapar, pues a pesar de
que cuando estaba en la celda permanec�a esposado, estaba tan delgado que pod�a
quit�rselas. El 22 de octubre en la noche, trajeron a un preso a quien torturaron
salvajemente, poni�ndole corriente en los test�culos. En la ma�ana del 23 los tenientes
dieron �rdenes a los guardias de escribir a m�quina la confesi�n del torturado y de
arreglar las conexiones pues iban a continuar con Diego. Diego al escuchar esto decidi�
escapar y venciendo el dolor se libr� de las esposas, salt� por la ventana que daba a un
garaje con la ayuda de un vecino de la localidad y m�s tarde en la Cruz Roja y la
Embajada de Suiza encontr� refugio seguro hasta que con cooperaci�n del CIME consigui�
el salvoconducto para salir exiliado a Suiza.
F. Los Recursos de Habeas
Corpus 13 y de Amparo14
1. El Gobierno Militar de Bolivia, no solo ha desconocido las normas
constitucionales contempladas a situaciones anormales y las de protecci�n internacional
de derechos humanos sino que adem�s las garant�as judiciales para protecci�n se han
convertido en letra muerta.
2. Estos recursos la legislaci�n boliviana son ordenamientos
constitucionales que buscan proteger a las personas de las detenciones arbitrarias
Habeas Corpus-, y contra los actos ilegales o las omisiones indebidas de los
funcionarios o particulares que restrinjan, supriman o amenacen restringir o suprimir los
derechos y garant�as de la persona reconocidas por la Constituci�n y las leyes (recurso
de amparo).
3. A la luz de los antecedentes expuestos en este Cap�tulo y de todas
las informaciones de las cuales ha tomado conocimiento la Comisi�n, especialmente
aquellas que se�alan la forma en que han procedido las autoridades en las detenciones
individuales y masivas y de las circunstancias que han seguido a las mismas, debe
concluirse que estas garant�as jurisdiccionales del derecho a la vida, a la libertad e
integridad f�sica de los bolivianos se ha frustrado y convertido en una herramienta
ineficaz para controlar los actos ilegales de las autoridades puesto que en la pr�ctica
su ejercicio no obtiene los resultados esperados, ante la negativa del Gobierno Militar a
informar el lugar en que se encuentran los detenidos, las razones o cargos que existen y
generalmente por la incomunicaci�n e las v�ctimas y la prolongaci�n de la privaci�n de
libertad por per�odos m�s largos de los que permite la Constituci�n a�n durante la
vigencia del Estado de Sitio.
4. Otro factor que tambi�n guarda relaci�n con lo se�alado
anteriormente son las detenciones masivas que se han llevado a cabo por el incumplimiento
del Toque de Queda que sigue imperante en todo el pa�s y en otros casos por no tener las
personas durante redadas que adelantan fuerzas de seguridad la identificaci�n pertinente.
En estos casos las personas normalmente son liberadas en per�odos cortos. Asimismo, la
Comisi�n ha recibido informaciones de detenciones masivas en las poblaciones mineras de
Siglo XX y Catavi durante la realizaci�n de un paro de labores efectuado el 12 de enero
de 1981.
Tambi�n se han puesto en conocimiento de la CIDH, algunas detenciones
de opositores pol�ticos y de oficiales militares disidentes durante los meses de mayo y
junio de 1981, aleg�ndose al mismo tiempo que las condiciones a que son sometidos los
detenidos contin�an siendo incompatibles con la dignidad humana.
5. La Comisi�n conf�a en que recientes declaraciones de diferentes autoridades
bolivianas, en las cuales se afirmaba que no se permitir�a que los funcionarios cometan
abusos contra la ciudadan�a y que se hace necesaria retornar a la plena juridicidad
velando por un efectivo cumplimiento de la Constituci�n y las leyes y sometiendo a los
responsables de las violaciones ante las autoridades judiciales competentes, abran el
camino hacia la normalizaci�n y efectividad de estas b�sicas garant�as judiciales.
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1 Convenci�n
Americana sobre Derechos Humanos. Art�culo 7: 1. Toda persona tiene derecho a la
libertad y a la seguridad personales. 2. Nadie puede ser privado de su libertad f�sica,
salvo por las causas y en las condiciones fijadas de antemano por las Constituciones
Pol�ticas de los Estados Parte o por las leyes dictadas conforme a ellas. 3. Nadie puede
ser sometido a detenci�n o encarcelamiento arbitrarios. 4. Toda persona detenida o
retenida debe ser informada de las razones de su detenci�n y notificada, sin demora, del
cargo o cargos formulados contra ella. 5. Toda persona detenida o retenida debe ser
llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer
funciones judiciales y tendr� derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser
puesto en libertad, sin perjuicio de que continu� el proceso. Su libertad podr� estar
condicionada a garant�as que aseguren su comparecencia en el juicio. 6. Toda persona
privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente a fin de
que �se decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o detenci�n y ordene su
libertad si el arresto o la detenci�n fueran ilegales. En los Estados Partes cuyas leyes
prev�n que toda persona que se viera amenazada de ser privada de su libertad tiene
derecho a recurrir a un juez o tribunal competente a fin de que �ste decida sobre la
legalidad de tal amenaza, dicho recurso no puede ser restringido ni abolido. Los recursos
podr�n interponerse por s� o por otra persona. 7. Nadie ser� detenido por deudas. Este
principio no limita los mandatos de autoridad judicial competente dictados por
incumplimiento de deberes alimentarios.
2 Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos. Art�culo 5:
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad f�sica, ps�quica y moral.
2. Nadie deber ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. Toda persona privada de libertad ser� tratada con el respeto debido a la
dignidad inherente al ser humano. 3. La pena no puede trascender de la persona del
delincuente. 4. Los procesados deben estar separados de los condenados, salvo en
circunstancias muy excepcionales y ser�n sometido a un tratamiento adecuado a su
condici�n de personas no condenadas . 5. Cuando los menores puedan ser procesados, deben
ser separados de los adultos y llevados ante tribunales especializados, con la mayor
celeridad posible, para su tratamiento. 6. Las penas privativas de la libertad tendr�n
como finalidad esencial la reforma y la readaptaci�n social de los condenados.
3 Art�culo 112, numeral 4 de la Constituci�n Pol�tica.
4 La Comisi�n pudo verificar que el Padre Pou, luego de su
detenci�n obtuvo asilo en la Nunciatura Apost�lica.
5 Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos. Art�culo 22:
1. Toda persona que se halle legalmente en el territorio de un Estado tiene derecho a
circular por el mismo y, a residir en �l con sujeci�n a las disposiciones legales. 2.
Toda persona tiene derecho a salir libremente de cualquier pa�s, inclusive del propio. 3.
El ejercicio de los derechos anteriores no puede ser restringido sino en virtud de una
Ley, en la medida indispensable en una sociedad democr�tica, para prevenir infracciones
penales o para proteger la seguridad nacional, la seguridad o el orden p�blicos, la moral
o la salud p�blicas o los derechos y libertades de los dem�s. 4. El ejercicio de los
derechos reconocidos en el inciso 1, puede asimismo ser restringido por la ley, en zonas
determinadas, por razones de inter�s p�blico. 5. Nadie puede ser expulsado del
territorio del Estado del cual es nacional, ni ser privado del derecho a ingresar en el
mismo. 6. En el extranjero que se halle legalmente en el territorio de un Estado Parte en
la presente Convenci�n s�lo podr� ser expulsado de �l en cumplimiento de una decisi�n
adoptada conforme a la ley. 7. Toda persona tiene el derecho a buscar y recibir asilo en
territorio extranjero en caso de persecuci�n por delitos pol�ticos o comunes conexos con
los pol�ticos y de acuerdo con la legislaci�n de cada Estado o los convenios
internacionales. 8. En ning�n caso el extranjero puede ser expulsado o devuelto a otro
pa�s, sea o no de origen, donde su derecho a la vida o a la libertad personal est� en
riesgo de violaci�n a causa de raza, nacionalidad, religi�n, condici�n social o de sus
opiniones pol�ticas. 9. Es prohibida la expulsi�n colectiva de extranjeros.
6 Art�culo 112, numeral 4 de la Constituci�n Pol�tica.
7 Entre los dirigentes pol�ticos que optaron por el exilio
forzoso se encuentran Hern�n Siles Suazo y Jaime Paz Zamora, quien hab�an resultado
vencedores en los comicios presidenciales de 1980.
8 Seg�n testimonios recibidos en un n�mero considerable de
casos, a los pasaportes de los asilados les fue estampado un sello con prohibici�n
expresa de poder regresar al pa�s.
9 El caso m�s representativo de asilados, es el de la
ex-Presidenta Constitucional Lidya Gueiler, quien luego de los sucesos que rodearon el
golpe militar, recibi� asilo en la Nunciatura Apost�lica en donde permaneci� por
espacio de 3 meses hasta que le fue permitido viajar a Par�s.
10 Notas de prensa que la CIDH ha recibido del Bolet�n
Informativo "Bolivia Semanal" y que recopila las informaciones de las
principales agencias de noticias internacionales indicaban: En el bolet�n del 8 al 16 de
noviembre de 1980, "El 8 de noviembre, el Ministro del Interior, Coronel Luis
Arce G�mez, se�ala que la Comisi�n Intergubernamental para las Migraciones Europeas
(CIME), le ha ofrecido financiar la salida de unas 20.000 personas de Bolivia, con lo cual
el Gobierno podr� pagar los pasajes para expulsar del pa�s "a todas las personas
que perjudiquen el desarrollo del pa�s". Sin embargo, aclara que, por ahora, s�lo
piensa desterrar de Bolivia a un total de 300 bolivianos. "Seg�n testigos
presenciales, los �ltimos 18 asilados en la Embajada de M�xico en La Paz salieron hoy
del pa�s. En Lima, cinco desterrados llegaron de La Paz de paso hacia Suecia denuncian
que han sido amenazados de muerte si regresan a Bolivia y dos de ellos revelan que
estuvieron deportados durante varias semanas en el campo de concentraci�n de Puerto
Cabinas, donde a�n permanecen un centenar de detenidos". El 22 de noviembre,
fuente llegadas al Ministerio del Interior informan que dificultades surgidas a �ltimo
momento en Caracas impidieron la llegada a La Paz de un avi�n militar venezolano
encargado de recoger a m�s de cien detenidos pol�ticos que deb�an salir hoy al exilio. El
13 de noviembre, el teniente coronel Javier Pammo Rodr�guez, Prefecto de Cochabamba,
anuncia que todos los detenidos pol�ticos ser�n desterrados fuera de Bolivia o
confinados en el interior del pa�s hasta el pr�ximo s�bado, pero que es imposible
precisar su n�mero, "ya que la cantidad var�a diariamente, porque algunos son
libertados en tanto que se procede a nuevas detenciones". En el bolet�n del 17 al 23
de noviembre de 1980 expresaba: El 20 de noviembre el Ministro del Interior, dijo a
la prensa luego de entregar a la Jurisdicci�n del Comit� Internacional de Migraciones
Europeas (CIME) a 47 detenidos pol�ticos, que no existen m�s detenidos en Bolivia bajo
responsabilidad de los Organismos de Seguridad. Sin embargo en el mes de enero se afirma:
"Otra informaci�n indica que contin�an los exilios en diversas formas: oficialmente
por CIME, y clandestinamente, por parte del gobierno, utilizando aviones de la Fuerza
A�rea, de modo similar a como hab�a sucedido el 25 de diciembre en que un avi�n del TAM
sac� del pa�s a 36 detenidos, en su mayor�a j�venes, con rumbo a Paraguay". En el
bolet�n del 18 al 24 de enero de 1981, indicaba: El 24 de enero de 1981 llegaron a
Bogot�, Colombia, procedentes de las c�rceles de La Paz, un numeroso grupo de campesinos
exiliados entre los cuales se encuentran mujeres y ni�os. El grupo campesino dijo
pertenecer a la Comunidad Chuquinuma Grande. El exilio de este nuevo contingente de
ciudadanos bolivianos se produce inmediatamente despu�s de que en las principales
ciudades y centros mineros de Bolivia se vivi� un clima de agitaci�n y protesta".
11 Es indispensable aclarar que de acuerdo con las declaraciones de
altos funcionarios bolivianos, la situaci�n legal de algunas de las personas incluidas en
la presente lista puede haber sufrido modificaciones desde el mes de noviembre de 1980. Es
el caso, entre otros, de Juan Lech�n y Sim�n Reyes.
12 CIME (Comit� intergubernamental para las Migraciones
Europeas).
13 Art�culo 18 de la Constituci�n Pol�tica: Toda persona que
creyere estar indebida o ilegalmente perseguida, detenida, procesada o presa podr�
ocurrir, por s� o por cualquiera a su nombre, con poder notariado o sin �l, ante la
Corte Superior del Distrito o ante cualquier Juez de Partido, a elecci�n suya, en demanda
de que se guarden las formalidades legales. en los lugares donde no hubiere Juez de
Partido la demanda podr� interponerse ante un Juez Instructor
14 Art�culo 19 de la
Constituci�n Pol�tica: Fuera del recurso de "Habeas Corpus" a que se refiere
el art�culo anterior, se establece el recurso de amparo contra los actos ilegales o las
omisiones indebidas de los funcionarios o particulares que restrinjan, supriman o amenacen
restringir o suprimir los derechos y garant�as de las personas reconocidas por esta
Constituci�n y las leyes. El recurso de amparo se interpondr� por la persona que se
creyere agraviada o por otra a su nombre con poder suficiente, ante las Cortes Superiores
en las capitales de Departamento y ante los jueces de Partido en las provincias
tramit�ndoselo en forma sumar�sima. El Ministerio P�blico podr� tambi�n interponer de
oficio este recurso cuando no lo hiciere o no pudiere hacerlo la persona afectada. La
autoridad o la persona demandada ser� citada en la forma prevista por el art�culo
anterior a objeto de que preste informaci�n y presente, en su caso los actuados
concernientes al hecho denunciado, en el plazo m�ximo de 48 horas. La resoluci�n final
se pronunciar� en audiencia p�blica inmediatamente de recibida la informaci�n del
denunciado y, a falta de ella, lo har� sobre la base de la prueba que ofrezca el
recurrente. La autoridad judicial examinar� la competencia del funcionario o los actos
del particular y, encontrando cierta y efectiva la denuncia, conceder� el amparo
solicitado siempre que no hubiere otro medio o recurso legal para la protecci�n inmediata
de los derechos y garant�as restringidos, suprimidos o amenazados, elevando de oficio su
resoluci�n ante la Corte Suprema de Justicia para su revisi�n, en el plazo de 24 horas.
Las determinaciones previas de la autoridad judicial y la decisi�n final que conceda el
amparo ser�n ejecutadas inmediatamente y sin observaci�n, aplic�ndose, en caso de
resistencia, lo dispuesto en el art�culo anterior.
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